La intensidad de la voz que debe emplearse depende del tamaño y la
acústica de la sala, de la cantidad de público y la distancia física entre este
y el orador, de los ruidos ambientales y se requiere medios técnicos para
amplificación del sonido, si se utilizara, es importante hacer pruebas previas
de sonido para adecuar la voz, el equipo y la posición del micrófono
También depende básicamente de la potencia con la que el aire que
procede de los pulmones cuando hablamos golpea los bordes de la glotis, de modo
que, cuanto más amplias son las vibraciones que se producen durante la
fonación, tanto mayor es la fuerza a la que se emite una voz. La intensidad
equivale al volumen, por lo que es normal asociarla con la impresión de
alta/baja o de fuerte/débil.
Resaltaremos su capacidad para expresar también actitudes emocionales.
De hecho, las variaciones de intensidad son muy adecuadas para representar
estados de ánimo y aspectos relativos al carácter de un determinado personaje:
la agresividad, la cólera, el miedo, la tensión o el nerviosismo se ilustran
con un volumen más alto que la tristeza, el cansancio, la debilidad o la
depresión. Por otra parte, la intensidad ayuda a describir tamaños y distancias
y, en combinación con la agudeza o gravedad del tono, refuerza la ilusión
espacial de lejanía (volumen más bajo) o proximidad (volumen más alto).
A diferencia de lo que sucede con el tono, este rasgo acústico es más
fácil de diferenciar preceptivamente (a nadie le cabe la menor duda de que un
grito es una voz emitida a una alta intensidad), al tiempo que despierta
sensaciones mucho menos abstractas. Así, una voz fuerte suscita cólera, ira,
agresividad, pero también alegría y optimismo, mientras que una voz baja evoca,
por ejemplo, tristeza, pesimismo, debilidad...
Autor: Valentina Amestica G.
(Fuentes: UNED)
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